24 jun 2010

Laos el Sur, 2 semanas en moto!

Otro mes más y otro país más.

Después de Tailandia, de sus playas únicas, sus templos y animadas ciudades (Bangkok la dejamos para otro viaje, por desgracia la situación política no invita), Laos es un destino tranquilo y maravilloso, mucho menos "descubierto" por los turistas y seguramente por eso mucho más amable que su vecino rico.
Laos es mucho más rural, más tradicional y muy muy tranquilo. Todo pasa despacio; no hay casa, tienda o restaurante que tenga su hamaca lista para un descanso a cualquier momento del día. La tranquilidad y amabilidad es contagiosa.

Entramos cruzando el Mekong en Houei Xai. Para en el mismo día llegar a Louang Namtha, donde pasamos nuestros primeros dos días disfrutando de una excursión por la selva y entre arrozales, visitando pueblos gracias a un guia que se abría camino por la jungla a golpe de machete y nos cocina en un bambú a modo de olla. De allí, tomando un autobús por carretera de montaña con vistas espectaculares y poco tráfico,horas y horas para llegar a Luang Prabang. La ciudad en la orilla del Mekong es interesante, pero es donde más se nota la
presencia de turistas, aunque entre la temporada baja y la crisis, no es agobiante. Pasamos varios días disfrutando de sus templos su herencia francesa y sus paisajes.

Siguiente parada, Vang Vieng... un destino extraño pero que merece la pena: en un paisaje espectacular de montes, selva y arrozales, está Vang Vieng, llena de bares llenos de viajeros (más) jóvenes disfrutando de cerveza y comida barata mientras ven eternas reposiciones de "Friends" o "Padre de Familia" a todas horas. Aunque la "atracción" principal es navegar el río montado en un flotador durante horas, parando bar tras bar a lo largo de todo el trayecto.
Sí, pasamos ahí unos días; sí, disfrutamos de las atracciones; quién se puede resistir tal tentación? Nosotros no pudimos, además el paisaje es salvaje...

De Vang Vieng a Vientiane. Como el resto de Laos, su capital es sencilla y tranquila. Se disfruta de sus restaurantes y sus panaderías (baguette de verdad!!).
En Vientiane encontramos la oportunidad de alquilar una moto para continuar el resto de nuestro viaje hacia el sur. La agencia que alquila Honda Baja 250cc resulta perfecta: motos muy bien mantenidas, muy buen servicio y además por un poco más podemos devolver la moto
en Pakse, al sur del país.

Laos resulta ser un país perfecto para moverse en moto: las carreteras son bastante buenas (cuando las hay) hay poco tráfico, hay siempre gente dispuesta a guiarte y ayudarte, talleres en cada esquina y por supuesto paisajes y más paisajes que descubrir.
Primer día de moto hasta el pantano de Nam Ngum donde pasamos la noche y conocemos a una familia de Marsella que viaja por el mundo con su autocaravana.
Luego, tras pasar por Vientiane, de camino hacia el sur. La moto va muy bien y es fácil moverse; aunque la mayoría de la gente no habla ingles siempre encontramos sitios donde dormir y comer.

Parada en la enorme cueva de Kong Lor que se atraviesa en barca por su río subterráneo. Arrozales montes y ríos hasta la aburrida ciudad de Lak Sao donde pasamos la noche y dejamos la carretera asfaltada por primera vez. De allí hasta Nakai una pista recorre tramos de
selva y bosque semisumergido en el pantano de Nam Theum en cuya central hidroeléctrica vive y trabaja una amiga de Elsa de la universidad, Rejane que nos invita a quedarnos en su casa en la base donde viven los trabajadores extranjeros de la central (una urbanización con piscina y tenis, perdida en el centro de Laos alrededor de pueblos tradicionales y mucho menos lujosos.

El día siguiente salimos un poco tarde hacia el sur, la pista empieza bien, pero con la lluvia y a medida que avanzamos se va complicando. Avanzamos lentamente y el camino se pone realmente complicado: en algún sitio después entre Xaybuathong y Vilabury perdemos el camino principal y acabamos vadeando un par de ríos difíciles y embarrados hasta un pueblo grande, pero perdido donde, agotados y desanimados, bajo la lluvia, pedimos que alguien nos acoja; al principio nadie nos quiere dar cobijo, pero tras decir las palabras mágicas "Nai Ban" (jefe del pueblo) el grupo de curiosos nos guia hasta una casa y tras una corta conversación con la que imaginamos es la señora del jefe, ya tenemos sitio para dormir y cena garantizada. El pueblo (que según nos dicen se llama Nong Kap) es un grupo de casas sobre pilotes alrededor de un Wat y rodeado de arrozales. Todo el pueblo está interesado en nuestra visita seguramente porque no tiene electricidad y nadie parece tener TV o móvil. La comunicación no es fácil, nadie habla ni una palabra de inglés y nuestro Lao se resume a las palabras básicas que leemos en la guia; pero con unas sonrisas y gestos resumimos nuestra aventura, aunque lo que más ayuda y les interesa por supuesto son las fotos.
Tras pasar una buena noche rezando para que no llueva demasiado, dejamos el pueblo y seguimos las indicaciones hacia Vilaburi; vadeamos un par de ríos, barro y más barro; luego entre arrozales con charcos de barro hasta casi las rodillas, no sabemos como, nos volvemos a perder entre caminos rurales, arrozales y barro, mucho barro; resumen; 4hrs para hacer poco más 10km y un pinchazo. Por suerte enseguida llegamos a otro pueblo donde lo nos ayudan a arreglarlo y donde nos indican el buen camino. Ya en pista decente nos prometemos no volver a aventurarnos por caminos sin un buen mapa y buena información de su estado.
Continuamos nuestra ruta hacia el sur, pasando por Savanakhet, al borde del Mekong y las cascadas de Tadlo hasta Sekong, pequeña ciudad donde visitamos las oficinas de UXO Lao, una organización que se dedica a desactivar material bélico no explotado resultado sobre todo de los bombardeos norteamericanos intensivos durante los años de la Guerra de Vietnam.

Tras asegurarnos que la ruta es transitable, atravesamos la meseta de Bolaven, donde disfrutamos de maravillosas cascadas a lo largo de la pista entre entre jungla y luego bosque y de las frescas temperaturas. De ahí otra vez hacia el Mekong y seguimos hacia el sur para disfrutar de las ruinas del templo Kmer de Wat Phu Champasak y de la tranquilidad de las islas del Mekong (Dong Kho, Don Khong) y de las impresionantes cascadas de Khon Phapheng, ya cerca de la frontera con Camboya.
Pero antes de dejar Laos tenemos que dejar "nuestra" moto, que tan bien nos ha llevado y tantas alegrías nos ha dado. Volvemos a Pakse donde la devolvemos y tristemente volvemos a ser peatones.

Laos nos deja un buen sabor de boca, parece que nada puede salir mal, la gente esta siempre dispuesta a ayudarte con una sonrisa, y aún disfrutan y se asombran cuando ven un turista, enseñándote todo lo que tiene para ofrecer, que es mucho.


No hay comentarios:

Publicar un comentario